Pedro de Corral. Crónica del rey don Rodrigo. Postrimero rey de los godos (Crónica sarracina). Ed. De James D. Fogelquist. 2 vols. Madrid: Castalia, 2001, 709 pp. y 483 pp.

 

Romance de la Penitencia del rey don Rodrigo: véase

Crónica sarracina. Vol. 2; aquí transcritos caps. 253-254; aparecen en negritas los fragmentos que se incorporaron a (o que encuentran eco en) una o más versiones del romance

 

CAPÍTULO CCLIII

 

       De como el Rey don Rodrigo partió de la hermita, e llegó do avía de fazer su penitencia. 

 

       El Rey se levantó del oratorio e sigue la nuve; e tanto era el plazer que avía que no curó de comer ni se acordava dello, e vase tras la su santa guía.  E esa noche vido que la nuve así como se quería poner el sol se buelve a mano derecha del camino escontra una sierra, e anda tanto que antes que fuese noche cerrada fue sobre una hermita en que estava un buen ombre por hermitaño que avía más de noventa años, e allí se quedó.  E el Rey vido que allí avía de folgar.  E el buen ombre recibió muy bien al Rey, e fablaron y muchas cosas en uno.  E el Rey era muy contento de su razón, e ciertamente veía que era siervo de Dios; e en todo el día el Rey no avía comido e iva descalço e bien roto el su ábito.  E como no avía usado de andar camino a pie e descalço todos los pies se le empollaron. 

       E como fue una hora de la noche el hermitaño le dio un pan bien pequeño amasado de ceniza de centeno.  E el Rey lo comió, e como ovo comido dixieron preces.  E desque las ovieron dichas echáronse a dormir.  E así como fue pasada medianoche levántanse e dizen sus oras, e desque las ovieron dichas el Rey sale fuera de la hermita.  e vio que la nuve no se movía, e allí entendió que el Rey avía de quedar allí, o antes que partiese oyese misa, e dixo al buen ombre que lo oyese de penitencia.  E el hermitaño lo confesó.  E así como lo ovo confesado dixo que quería comulgar.  E el buen ombre hermitaño gelo tovo a bien, e revistióse e dixo misa.  E el Rey oyó la misa del buen ombre, e tomó el verdadero cuerpo de Nuestro Señor Jesu Christo.  E como esto hovo fecho salió fuera por ver la nuve.  E como salió de la hermita vio cómo la nuve se començava a mover.  E allí se despedió del hermitaño, e abracáronse llorando de sus ojos, e cada uno rogava al otro que lo hoviese en su encomienda e en las sus santas oraciones.  E como se ovieron despedido el Rey se fue tras la su sancta guía.  E el sancto hermitaño se tomó a la su hermita. 

       E el Rey don Rodrigo comoquier que llevava todos los pies ampollados e llenos de vexigas, e le fuesen quebradas grand parte délias de que le salia sangre, tanta era el alegría que havía deste camino en que iva que lo sofria todo de tal guisa como si non sentisse mal ninguno.  E andovo a su parescer del Rey bien seis leguas, e llegó a un monesterio de monges negros,356 e allí se detovo la nuve que no quiso más andar.  E en aquel monesterio havía un abad que fazía estrañamente buena vida.  E non usava ansi como los otros monges, e era muy amigo de Dios e de la Virgen Sancta María.  El qual abad llevó al Rey a su celda, e demandóle si quería comer como él usava, o como comían los otros monges.  E el Rey le dixo que así como gelo diese.  E el abad le fizo traer un pan de panizo e de mijo todo rebuelto e una jarra de agua, e de la otra parte te fizo traer vianda como los monges lo usavan, e el Rey don Rodrigo no quiso comer sino del pan del panizo como lo avía ya usado, e bevió del agua. 

       E así como ovo comido el abad le demandó si quedaría allí esa noche o no.  E el Rey le dixo que no sabía que saldría fuera e que vería si avía de ir o de quedar.  E el abad le dixo que era ora de bísperas e que devia quedar.  E el Rey salió fuera e vido cómo la nuve se movía e que le convenía de andar; e despedióse del abad e encomendóse el uno al otro en sus oraciones.  E el abad vido bien cómo aquella nuve lo guiava, e que otra no parescía por el cielo, e fue muy espantado e maravillado, e dixo:

       —Por cierto algund sancto ombre es éste. 

       E dio muchas gracias a Dios. 

       E anduvo el Rey aquella tarde fasta que llegó a una iglesia que estava yerma e fuera de poblado, e allí se detovo la


nuve e quedó allí aquella noche.  E el Rey entró en la iglesia, e faltó en ella una lámpara encendida, e plógole porque a la lumbre della dixo sus horas así antes que dormiese como después. 

       E otro día en la mañana desque ovo fecho su oración salió fuera de la iglesia e cató la nuve e vio cómo se movía, e andovo empós della.  E continuando dos jomadas llegó a un lugar, e no dize qué tal es ni cómo ha nombre, mas dize que la su sepultura dize qué tal es.  E allí se detovo la nuve que no se movió más adelante, e púsose fuera de la villa en una hermita vieja que allí era, e allí se entró el Rey.  E el mayoral de aquel lugar sopo luego por [el] Spíritu Sancto cómo era venido allí el Rey don Rodrigo, mas no sabía su nombre, ni quién era.  E demandóle luego si quería fazer su vida allí.  E el Rey le dixo que como Dios toviese por bien.  E el mayoral le dixo:

       —Amigo, yo so el mayoral deste lugar por quanto toda la más gente se fue de aquí quando supieron quel Rey don Rodrigo e su cavalleria eran muertos e vencidos con miedo de los moros, e del traidor del Conde don Julián, e son idos todos fuyendo a las montañas por escapar.  E yo esto en la esperança de Nuestro Señor Dios e en las sus santas manos, que más quiero pararme a lo que me viniere e esperar aquí la ventura que no desamparar del todo la Madre Sancta lglesia, ca en quanto yo pudiere estaré aquí e no la desampararé, antes recibiré la muerte.  E por esto vos lo digo que si aquí oviéredes de estar proveervos he de lo que menester hoviéredes. 

 

       E el Rey le dixo:

       —Amigo de Dios, de mí esto no vos faré cierto, pero bien me creo que estaré.  E si por servicio de Dios vós quisiéredes embiarme cada día mientra que aquí estoviere un pan de panizo e del agua yo con ello seré contento. 

       E el mayoral gelo otorgó, e partióse luego del e fuese a su posada.  E embióle luego un pan de panizo e del agua.  E la nuve estovo allí tres días sobre aquella hermita.  E al primero sueño se fue que la no pudo ver acabados los tres días que allí avía llegado.  E el Rey como la no vio entendió luego que allí avía de fazer su penitencia, e dio muchas gracias a Dios e fue muy alegre por ello. 

       E otro día vínole el mayoral a ver, e fabtaron en uno en tal manera quel Rey se confesó a él de todos sus pecados quantos avía fechos fasta ay desque él se acordase con grand contrición e llorando muy agramente e gemiendo sus culpas.  E el mayoral fue muy maravillado e díxole que dende a tercer día le daría la penitencia.  E fuese a su iglesia e confesóse e echóse en oración en tal manera que nunca comió ni bevió ni se levantó de un lugar llorando muy ásperamente de sus ojos, e rogando a Dios que le mostrase qué penitencia avía de dar al Rey pues quél lo avía traído e guiado allí por la su nuve por que allí cumpliese la su penitencia; ca él en otra manera no entendía dárgela salvo aquella que la so santa misericordia e piedad le mandase.  E al tercero día oyó una boz que le dixo ansí:

       —Mandarás al Rey don Rodrigo que vaya a una fuente que está debaxo de su hermita, e fallará y una losa; e dite que la alce e fallará debaxo della tres culuebras pequeñas, la una dellas con dos cabeças, e dile que tome aquella que tiene las dos cabeças e que la traiga e que la eche en un cántaro, e que la críe muy secretamente que ninguna persona del mundo no lo sepa sino él e tú; e téngala fasta que sea tan grande que faga tres bueltas dentro en el cántaro e que saque la cabeça fuera.  E como fuere desta grandeza sáquela e métala en un luzillo'^ que y está e él con ella desnudo; e atape bien el luzillo por que la culuebra no pueda salir.  E desta guisa plaze a Dios que faga su penitencia el Rey don Rodrigo.   

 

 

CAPÍTULO CCLIIII


 

       De la penitencia que fue dada al Rey don Rodrigo. 

 

       El mayoral quando esto oyó fue muy espantado de tal penitencia como ésta era, e dio gracias a Dios, e fuese al Rey don Rodrigo e díxogelo de la manera que a la boz lo oyó.  E el Rey fue muy alegre e contento e pagado dello, e dio muchas gracias a Nuestro Señor por ello porque él acabaría su penitencia e salvaría su alma.  E con muy grande alegría llorando de sus ojos de plazer se fue a la fuente do le era mandado, e falló la losa; e desque la ovo alçado falló las tres culebras quel mayoral le avía dicho, e tomó la que tenía dos cabeças e tráxola, e echóla en un gran cántaro que faría una grande carga de vino, e crióla allí fasta que fue de aquella grandeza como la boz devisó. 

       E como el Rey don Rodrigo la vio así tan grande confesóse con el mayoral llorando muy ásperamente de sus ojos, demandando a Dios merced que le diese gracia e poder con paciencia por que él pudiese cumplir aquella penitencia sin ninguna tentación e sin ninguna turbación de su alma por que cumplida aquella penitencia a Nuestro Señor Dios pluguiese de llevar la su alma a la su Sancta Gloria. 

       E antes del quinto día que la culebra era ya grande el Rey e el mayoral se fueron para el luzillo, e alinpiáronlo muy bien de dentro.  E el Rey metióse en él desnudo qual nasció e la culebra consigo.  E el mayoral le echó con una grand palanca la piedra encima.  E el Rey rogó al mayoral que rogase a Nuestro Señor que le diese tanta gracia por que él con paciencia sufriese aquella penitencia.  E el mayoral gelo prometió, e aun lo fizo así.  E el Rey quedó allí en su luzillo e la culebra con él.  E el mayoral consolávalo diziéndole muchas cosas por quel Rey no desmayase ni veniese en desesperación porque oviese de perder el servicio de Dios.  E todo esto fue tan secreto que ninguna persona no lo entendió ni lo sopo sino el Rey y el mayoral. 

       E como fue el alva el mayoral se fue a su iglesia, e dixo misa con muchas lágrimas y con grand devoción pediendo merced a Dios que oviese misericordia e piedad del Rey don Rodrigo por que con buena devoción e arrepentimiento él cumpliese su penitencia de aquella guisa que su servicio fuese.  E como ovo dicho su misa fuese a do yazía el Rey don Rodrigo, e demandóle cómo le ivaE el Rey le dixo que bien gracias a Dios e mejor que no él merecía, mas que aún tal estava como avía entradoE el mayoral lo esforço quanto pudo diziéndole que se le menbrase cómo avía seydo pecador.  E que diese gracias a Nuestro Señor Dios cómo lo avía visitado en este mundo e librado de muchas tentaciones, e le havía por sí mismo dado aquella penitencia la qual él sufriese e tomase con paciencia, ca en breve sería en la Gloria Celestial.  E el Rey le dixo que bien sabía él que segund los sus grandes pecados que más fuerte penitencia merescía, mas que dava gracias a Nuestro Señor porque él mismo le dio aquella penitencia la qual él recebia e tomava con grand paciencia; e que le rogava que rogase a Nuestro Señor Dios que gela dexase complir.  E el mayoral le dixo muchas buenas cosas de Nuestro Señor Dios.  E duró el Rey tres días que la culebra nunca en él quiso travar

       E al tercero día complido de quando allí havía entrado la culebra se levantó de par dél e subióle desuso del vientre e de los pechos.  E començó de le comer por la natura con la una cabeça e con la otra en derecho del coraçón.  E en esta sazón llegó el mayoral al luzillo, e demandóle que cómo le iva.  E él le dixo que bien gracias a Dios, ca ya le havía començado la culebra a comer.  E el mayoral le dixo que por qué lugar.  E él le dixo que por dos.  El uno en derecho del coraçón con el qual él pensara quanto mal él avía fecho.  E el otro por la natura, la qual fuera la causa de la grand destruición de España.


       E en este punto se acordó de la visión que viera el sábado antes de la dolorosa batalla, e lo contó al mayoral luego ca le dixo que se le olvidara luego por las palabras que dixera don Orpas quando le viera.  E el mayoral le dixo que Dios era con él e que se esforçase que agora avrían fin todas las sus persecuciones del cuerpo e del alma.  E el Rey no cesava todavía de demandar ayuda a Nuestro Señor e de dezir que a la su sancta piedad pluguiese de le perdonar.  E el mayoral se fue a su posada, e no se quiso asentar a comer antes se metió en su cámara, e llorando de sus ojos rogava muy devotamente a Nuestro Señor que diese esfuerce al Rey por que cumpliese su penitencia. 

       E la culuebra como estava muerta de fambre e era grande en un punto ovo comida la natura, e comencóle de comer por el vientre; empero ella tanto no pudo comer que no durase el Rey en esta pena desde una hora antes de la noche fasta pasado mediodía.  E como le rompió las telas del coraçón allí quedó que no le comió más.  E luego dio el spíritu a Nuestro Señor, el qual por la su sancta merced lo lieve a la su gloria.  E fueron en aquella hora que él espiró todas las campanas del lugar movidas por sí mismas de aquella manera como si algunos ombres las tañeran.  E allí conosció el mayoral que el Rey era muerto, e que su alma era salva. 

 

       356 monjes negros: los de la Orden de San Benito.   

       358 En la edición de 1499 por error tipográfico este capítulo se designa como el "capítulo cclv": es decir, se pasa por alto el capítulo ccliiii.  En la presente edición rectificamos la cuenta.