Pedro de Corral. Crónica del rey don Rodrigo. Postrimero rey de los godos (Crónica sarracina). Ed. De James D. Fogelquist. 2 vols. Madrid: Castalia, 2001, 709 pp. y 483 pp.

 

Seducción de la Cava - cpts. 165-187; aquí transcritos cpts. 165-179 (esta última no completa); aparecen en negritas los fragmentos que se incorporaron a (o que encuentran eco en) una o más versiones del romance Amores trata Rodrigo.

      

 

CAPÍTULO CLXV

 

De cómo el Rey descubrió a la Caba el amor que le tenía 

 

Dize Eleastras e Alanzuri que un día el Rey conbidó a la Reina que comiese con él en su cámara diziendo que se sentía mal, e mandó que ninguno non entrase sinon tres donzellas de la Reina para que serviesen, de las quales era una la Caba. E así como ovieron comido el Rey se levantó, e asentóse en una ventana, e antes que se levantase de tabla començó de meter a la Reina e a las donzellas en juego, e como las vio que jugavan, llamó a la Caba, e díxole que le sacase aradores de tas manos. E la Caba fue luego a  la ventana do el Rey estava, e fincó las rodillas en el suelo, e catávale las manos. E él como estava ya enamorado e  en ardor, como le fallava las manos blandas, e blancas, e tales quales él nunca viera a muger, encendíase de cada hora más en su amor. E la Reina estava en lugar que los non podía oír, e no se catava quel Rey pensase tal cosa; non tenía el coraçón en ál sino en el juego que fazia. E el  Rey que lo  no podía sofrir tanto le aquexavan estos fechos ovo gelo de dezir, e descobrir. E començóle a dezir: 

—Dime, la Caba, ¿tú  avrías plazer que yo te casase? 

E ella tomó colorada,  e tal como una rosa de vergüenca, e respondióle, e dixo: 

—Señor, mi padre me dio a vos para que oviésedes cuidado de mí para me dar aquella honra que entendiése desque devía  aver quando a vos, señor, plazerá; yo no he de contradezir lo que vos mandardes. 

E el Rey que esto te oyó plógole mucho dello, e díxole: 

—¿Quieres saber por qué te lo digo? 

E ella le dixo: 

—Señor, si a vos viene en plazer dezir a mí no pesará. 

—Amiga la Caba, dezirte he cosa agora que de mí no ha sabido persona al mundo nin sabrá en quanto yo biva. Yo te veo tal, e de tal manera que mi coracón nunca  hovo amor a cosa deste mundo tanto como a ti. E otra cosa yo non codicio aver de que tanto plazer hoviese como es ser seguro de ti que me hovieses buen amor de aquella manera que yo te lo he, para que fueses plazentera  de fazer aquellas cosas que yo quisiese. 

    

 

CAPÍTULO CLXVI

 

       De cómo la Caba se encubrió del Rey que no era su enamorado. 

 

La Caba que esto oyó diole luego el coraçón que el Rey era su enamorado, e díxole: 

—Señor, si vos me havedes amor desto yo no me maravillo, ca todavía fue mi entención tal, e aun por eso me traxo mi padre a vuestra corte; ca si vos mal  me quisiérades no me caliera155 a mí venir en España, e Dios  vos lo agradezca, e a mi padre dé  lugar que vos lo sirva. E, señor, si vos no codicíades tanto cosa como es saber si yo vos quiero bien, desto, señor, devedes vos ser cierto: que fueras mi padre no es persona al mundo para quien yo tanto codiciase la honra ni la vida como a vos. E esto porque espero ser honrada por vos, e que me faredes siempre gracias e mercedes. 

E no le quiso dar a entender que ella entendía que él era su enamorado. 

              

 

CAPÍTULO CLXVII

 

 De cómo el Rey rogó a la Caba fiziese su plazer, e de lo que le prometió. 

 

El Rey te dixo: 

 Amiga la Caba, no entiendes tú lo que yo te digo por la vía que yo te querría; ca si yo te quiero bien no es por cosa tanto como porque querría complir mi voluntad contigo, e tenerte en aquella manera en mi coraçón que devo tener a la Reina, e por esto te lo digo que no por ál. E tú deves ser la más plazentera en lo consentir que nunca fue muger al mundo, ca yo terné atales maneras que no seamos sentidos, e tú serás señora  de mí e de mi coraçón, e por ti tu padre será más onrado de mí, e ayudado más que hombre de toda España; e aun te digo más, que si en este tiempo la Reina muere que yo no avré ninguna otra por muger sino a ti; para ojo al bien que Dios te faze en yo me enamorar de tu fermosura. 

               

 

CAPÍTULO CLXVIII

 

       Cómo la Caba se escusava diziendo quel Rey le dezía estas razones por la provar. 

 

       La Caba que desto no le plazía dixo al Rey: 

Señor, yo creo que estas palabras que me dezides noson por otra cosa sino por saber el seso que avré para vosresponder a ellas por aquella manera que devo; pídovos de merced que yo no sea culpada de vos por  lo que aquí diré agora. Ya sabedes, señor, que las mugeres son de liviano seso, e no se pueden guardar que no yerren así como lo fazen los hombres que han mayor complisión,156 e no se mueven tan ligeramente, e pues vós, señor, sabedes que esto que yo digo es verdad no me devíades provar por tal manera como ésta; e  por ventura yo me cuidaría que me lo dezíades de verdat, e podría quedar engañada, e otorgarvos todo lo queme demandades. E, señor, podría ser pensar vós que yo lo fazía con maldad que en mi  oviese, o que así como a vos lo otorgava, que así lo otorgaría a otro si se atreviese a me lo dezir; e por esta guisa yo perdería vuestro amor sin  culpa mía, ca por el ligero seso que  las mugeres avemos, e por ser requeridas por la vía que vós me requerides fazía yo el yerro si vós non me lo dixésedes por me provar. Ca nunca puede fazer maldad la muger que non es seguida. 

               

 

CAPÍTULO CLXIX

 

       De cómo el Rey juró a la Caba que en todo su seso gelo dezía como era su enamorado. 

 

El Rey le dixo: 

—Amiga la Caba, yo sea destruido si te lo digo por te provar ni por pensar que así como lo otorgaras a mí que así lo has de otorgar a otro; antes es porque no puedo folgar la ora que no te veo ni sé que otro bien aya en todo mi reino sino tú, todo esto por el gran amor que te he. E si por precio se oviese de fazer este fecho yo no preciaría todo el mundo cosa si mío fuese que yo no lo posiese en tu poder por que tú de buena voluntad fizieses lo que te ruego. E ora que sabes mi coraçón no te arriedres de lo que a mí plaze ca nunca por ello te verná sino  bien. 

                 

 

CAPÍTULO CLXX

 

       Cómo la Caba dezía al Rey que sería traidora si consentiese en sus amores. 

 

       La Caba le dixo: 

       Señor, ¡cómo yo so triste con tal razón ca me demandades que faga traición, e venga plaziente a ello! E, señor, la hora que yo consintiese tal cosa esa hora codiciaría la muerte a la Reina; ca por el yerro que le yo fiziese la querría forçadamente mal, e con razón vós me devríades echar a grand deshonra de vuestra corte. E aunque todo esto no fuese ya sabedes, señor, que no es cosa al mundo fecha que no sea sabida, e mucho más aína el mal. ca aquel que lo ayuda a fazer ése lo descubre que en otra cosa no piensa; e como todas las mugeres lo sopiesen no echarían a otro culpa sino a mi solamente, ca podrían dezir que de mi propia voluntad pensando ser señora traxera tales maneras que por fuerça vos fiziera venir a ello; o por ventura dirían que tales melezinas a vos avía dado que vos quitara de vuestro buen seso, e fiziera caer en tan grand yerro como sería éste, e desta guisa sería yo mal infamada, e merescía ser muerta como persona que faze traición. Por ende, señor, no curedes de poner amor en tal como yo, que es comienço de daño mucho, e de bien ninguno. 

 

 

CAPÍTULO CLXXI

 

       De cómo e/ Rey dixo a la Caba cómo era compañera de la Reina, e bien lo podía fazer. 

 

       El Rey no podía estar en ninguna guisa fasta que compliese su voluntad; díxole: 

—E ¿cómo crees tú que fazes traición en complir lo que te yo mando? E no es así ca tú no vives con la Reina, antes bives comigo, e la Reina tanbién, e sodes como compañeras. E por esta razón tenuda eres de tomar la buena andança quanto te viniere, e no la dexar, ca ansi fará la Reina, e lo fazen todas las gentes de! mundo que les plaze del bien que les viene. E dizes más que sería descubierto, e que las gentes te darían gran culpa; a esto te juro que no ay tal en todo mi reino que en ello osase fablar que yo no le fiziese morir a mala muerte como aquel que no me podía fazer cosa con que tanto me pesase como sería ésta. 

La Caba le dixo: 

—Señor,  no me mandedes en toda guisa fazer tal cosa que ciertamente vos digo verdad que más querría ser muerta que tal cosa consentir. Señor, si vós entendiésedes queavía mal seso vós me avíades de castigar antes que vós memandar que cayese en tal yerro. 

E el Rey que la vio así desviarse de lo que él quería pensó que ora no la aquexase tanto de la primera vegada,e que poco a poco le iría trayendo a su enti[n]ción. E levantóse de la ventana donde estava, e fuese a la Reina, emiró el juego que fazía, e a poca de ora echóse a dormir, ela Reina e sus donzellas se fueron a su cámara. E ansí separtieron esta vegada el Rey e la Caba sin cosa cierta. 

               

 

CAPÍTULO CLXXII

 

       De cómo el Rey mandó a un donzei suyo que llamase a la Caba, e cómo ella vino, e el Rey dormió con ella. 

 

Después quel Rey ovo descubierto su coraçón a la Cabano era día que la no requeriese una vez o dos, e ella se defendía con buena razón; enpero a la cima como el Rey no pensava tanto como en esto un día en la siesta enbió con un donzel suyo por la Caba, e ella vino a su mandado, e como esa ora no avia en toda su cámara otro ninguno sino ellos todos tres, él conplió con ella todo lo que quiso. Enpero tanto sabed que si ella quisiera dar bozes que bien fuera oída de la Reina, mas callóse con lo quel Rey quiso fazer. E como el Rey fizo lo que tanto codiciava asosegósele la voluntad, e estava más sin cuidado que fasta aý. E conortava a la Caba quanto él podía, e dezíale que no tomase ningund desplazer. 

                

 

CAPÍTULO CLXXIII

 

       Cómo a la Caba pesó de lo que el Rey nizo con ella, e cómo perdió su fermosura. 

 

       [A] sí como la Caba se sentió escarnida del Rey de cómo compliera en ella su voluntad, tomó gran pesar en su coraçón que comencó de cada día a perder la fermosura que avía de tal guisa que aquellos que la conoscían de ante veían claramente que ella no avía plazer, e que antes tenía algund grand pesar. E una donzella que avía nombre Alquifa, fija de un conde de España, era su compañera, e como la vio que así se iva a perder de cada dia, e que se iva demudando de lo que  solía, díxole: 

Amiga, ruégote que lo que nunca ovo entre mí y ti que no lo aya agora; ca después que anbas somos en la casa de la Reina nunca yo fize cosa ni pensé en mi coraçón que a ti no lo dixese, e así me cuidava que farías tú a mí, e que no negarías cosa de tu fazienda. E agora veo bien que no es así, ca todo el mundo vee en tu gesto que tú has grand pesar, e pésame dello porque no sé cosa ninguna del pesar que has, e otrosí por te encobrir de mí agora nuevamente lo que yo a ti nunca fize; ruégote que me lo digas, e que me no niegues cosa, ca yo te prometo como leal amiga que por mí no seas descubierta; e si cosa es que en ello cobro te pueda poner faré quanto podiere por que no te pierdas así. e para esto no cuararé de cuerpo ni de ánima que no aventure por ti. 

 

               

CAPITULO CLXXIIII

 

       De cómo la Caba contó a Alquifa todo lo fecho. e le demandó consejo. 

 

La Caba que avía grand vergüença de cómo se encobriatanto tiempo de Alquifa contóle toda la razón que cosa no fallesció, e de cómo la toviera el Rey a su voluntad, e como gelo contava llorava de los ojos de tal guisa como si delante de sí tuviese a su padre muerto; e rogóle quanto pudoque la no descobriese, e que le aconsejase de lo que en ello fiziese que tan gran pesar tenía por ello que se maravillava cómo ya no era muerta de la grand cuita que avía. Alquifa que esto oyó ovo gran pesar della tan grande que mayor no podía ser, e díxole: 

—Amiga, yo no sé ál que te diga, mas dezirte he mi coraçón de lo que faría si tal cosa me acaesciera; hora sabe que aunque yo sopiese ganar el oro de todo el mundo yo no me deternía que lo no dixese al ombre que más en mi coraçón amase, e que entendería que más se dolrría de mi desonra, e tú así deves fazer, e éste es el mi consejo. 

La Caba le dixo: 

Si aquellos que este fecho sopiesen lo juzgasen como pasó yo no avría que temer de  lo enbiar dezir a mi padre; mas como mi padre es ombre de buen seso, e muy entendido en todas las cosas, e todavía  los ombres por nuestra grande desventura nos juzgan  por la mayor parte ser malas, he miedo que él no to creyese que así avía pasado, e echaría a mí toda la culpa, e diría que por mi grado lo oviese fecho, e por esta razón me podría desmamparar. 

Alquifa le dixo: 

—Amiga, deves pensar que no has de curar de ninguna cosa de eso que tú has dicho, antes sin miedo ningunogelo deves enbiar dezir; e darte he razón por qué lo deves así fazer: cierto es que el Rey  querrá todavía usar contigo, e tú  no podrás al fazer, e no sería maravilla que te enpreñases, e si te enpreñas no puedes tanto fazer que no sea sabido, e como las gentes lo sopiesen podrían dezir esa ora que tú fueras consentiente pues te callaras, e nunca te quexaras dello. Allende desto la  Reina de quien tú recibes tanta onra averlo  ía de saber, e de allí adelante no te podría querer bien; mas antes te terná por mala, e te descobriria de tal guisa que si esto así viniese, yo fuese que tú, no ha cosa del mundo que más querría que la muerte aunque por ella sopiese pasar mil vezes, e pues que así  es yo no te aconsejaré ál sino que todavía lo enbíes dezir  a tu padre. 

E la Caba se otorgó en ello, e dixo que lo enbiaría dezir a su padre, e a su madre, e estuvieron una grande ora que otra cosa no fezieron sino llorar, e como ovieron llorado mucho, Alquifa salió de la cámara do estava, e se fue para la Reina, e la Caba quedó ende, e tomó tinta e papel, e fizo una carta para su padre en esta guisa. 

    

 

CAPÍTULO CLXXV

 

De la carta que la Caba enbió al Conde don Julian, su padre. 

 

"Al honrado e sesudo, preciado e temido, señor, mi padre, el Conde don Julián, señor de Cebta, la Caba desonrada, vuestra fija, me vos enbío encomendar en el verdadero vuestro amor como aquella que por mi mala ventura soy denuesto157 de buen padre. Señor padre, quiero que sepades como vós cuidávades fazer vuestra honra en me embiar en la corte del Rey don Rodrigo, fezistes vuestra desonra, e grand pérdida, e esto es que el Rey sin mi grado me tomó para sí, e complió en mí su voluntad, e del grand pesar que yo ansí he de ser escarnida si más en su corte estó ál no me verná sino e[n] la muerte con grand amargura que he. Porende, señor padre, ruégovos que enbiedes por mí luego, e ayades piadad de la triste cuitada que en mal día nació, si no yo me dexaré morir. E si fasta aquí so biva no es por ál sino por una vegada ver a mi madre." 

 

 

CAPÍTULO CLXXVI

 

    De cómo /a Caba mostró la carta a Alquifa, e cómo la mandó con un escudero a su padre. 

 

Como ovo fecho su carta fue llamar a Alquifa, e mostrógela, e Alquifa le dixo que iva bien, e que la embiase luego. E la Caba llamó un escudero de que ella se fiava mucho, e díxole: 

—Amigo, [a]sí vós ayades buena ventura, e que yo siempre vos sea tenuda de vos ayudar, e darvos de mí algo que vós vayades en Cebta a mi padre, e le dedes esta carta mía; e no vós detengades de día ni de noche que todavía no andedes fasta ser allá. 

E el escudero tomó la carta, e como aquel que avía buena voluntad de complir mandado de su señora tomó su camino e diose a andar quanto más pudo fasta que fue en Cebta; e como llegó dio la carta al Conde don Julián. 

              

 

CAPÍTULO CLXXVII

 

       De cómo e/ Conde don Julián recebió la carta de la Caba. su fija, e cómo luego se partió de Cebta, e vino a Consuegra al herrnano de su muger. 

 

Así como el Conde don Julián ovo la carta de la Caba, su fija, leóla luego, e como entendió la razón nunca él hovo pesar que a éste se comparase. Como él tenía ende a Branearte, e Orpas, e muchas gentes del Rey, e suyas, fizo maneras con ellos que secretamente él viniese al Rey a librar por sí e por ellos algunos fechos, e que esto no lo sopiesela gente menuda, ni otrosí los moros, si no que por ventura acometerían la guerra. E muy encubiertamente pasó la mar, e andovo tanto por sus jornadas que llegó a Consuegra onde el Obispo, hermano de su muger, que era señor de la cibdad al qual llamavan don Orpas; e él recibiólo muy bien, e contóle todo al Obispo lo que su fija la Caba le embió a dezir. E como él lo oyó dexóse caer medio muerto en tierra con grand pesar que dello hovo, e desque recordó díxote: 

—Conde, vós fazed así: idvos al Rey, e no le dedes a entender que cosa  sabedes de su fazienda, e mostrad que le amades más que nunca, e tomad a vuestra fija, e traelda con vos, e así como fuerdes en Cebta no se vos olvide la desonra que vos fizo; antes buscad manera como le fagades perder el reino. E yo vos prometo que yo vos ayude a ello en quanto el alma me durare en el cuerpo a todo mi poder. 

E luego el Conde partió dende, e vínose a Toledo onde era el Rey. E como fue sabido que venía salió el Rey a lo recebir muy onradamente, ca mucho lo preciava por el buen seso que en él era, e por la bondad que avía, e teníase ya por culpado de su fija. 

 

               

CAPÍTULO CLXXVIlI

 

 De cómo el Rey don Rodrigo fizo muy buen recibimento al Conde don Julian. 

 

Así como el Rey vio al Conde fizóle buen recibimiento, abraçólo, e dixo: 

—Amigo don Julián, dezidme por quál razón sodes venido en esta tierra, que yo no sope de vuestra venida parte. ¿Ha vos acaescido alguna cosa? 

E el Conde le dixo: 

—No quiera Dios que en mí acaesca sino todo bien mientras vós fuerdes bivo, que la vuestra ventura me da a mí tan grand esfuerce que nunca hombre del mundo comigo se tomase que lo no aterrase. Mas, señor,  de la mi avenencia e de Muça cómo pasó segund vós bien sabedes vos diré: avernos puesto nuestras amistanças de tal manera que él non ha de fazer sinon lo que yo quisiere, e yo lo que a su honra compliera, e sobre esto tenemos fecho juramentos, e buenas amistanças. E como yo, e Branearte, e Orpas con la gente que nos queda estávamos otorgando estas posturas, mi muger, la Condesa Frandina, adolesció de tan mala dolencia que está a punto de la muerte. E como yo la vi doliente pesóme tanto que non podía ser más, e conortávala quanto podia; e ella me dixo que en ninguna guisa ella no cuidava ser guarida si a su fija la Caba no viese, que el coraçón le dava que así como una vegada la viese consigo que luego sería sana. E aunque a mí pesó mucho desto no sope ál que fazer sino complir el ruego de mi muger, la Condesa, porque una vegada guarezca. 

             

 

CAPÍTULO CLXXIX

 

Cómo el Rey don Rodrigo ovo pesar de la dolencia de la Condesa, e porque el Conde quiso levar su fija la Caba. 

 

El Rey dixo: 

—Conde amigo. Dios sabe que yo he muy gran plazer de cómo avedes bien parado vuestra fazienda con los moros, e con Muça, e de las buenas andanças que con él ovistes vós, e  toda esa gente, aunque muy caro nos cuesta. Empero de aquí adelante nos podremos fazer allende la mar todo lo que quisiéremos pues de Muça no avernos que temer. E de la dolencia de  la Condesa pésame como de dueña que no le querría ver ningún mal por la bondad que sienpre en ella ovo. E pues que así es que ayades de levar a la Caba, vuestra fija, e ál no se puede fazer sino que vaya, mucho me pesa por ello; ca honrava a la Reina, e a su casaa tanto es de buena. 

E el Conde se le omilló mucho por quanto el Rey le dezía. E desta guisa fueron fablando fasta que entraron en sus palacios del Rey, e allí descavalgaron. E el Conde comió ese día con el Rey, e fuele fecha mucha honra asi del Rey e de la Reina como de todos los cavalleros de España, que mucho to preciavan sobre todos los hombres del mundo. E en quanto él estovo en la corte nunca quiso ver a la fija a parte de otras gentes por que el Rey no se pensase que dello sabia parte. Empero sabed que si no fuera esta desventura que al Rey acaesció en dormir con su fija por donde le hovo de errar que nunca tanta honra el Rey fizo a hombre del mundo como al Conde; ...

 

155 caler: convenir, importar.

156 complisión (complexión): "El temperamento y comensuración dehumores que cada uno tiene, de donde resulta ser de buena salud, u de deficada. frágil y enfermiza" (DA. I. 452).

157 denuesto: injuria, afrenta, vituperio.